“Es como que todavía no he caído que estoy en este viaje”, confiesa Vicente Conculini después de 20 días de pedaleo, ya con cuatro países en las piernas y miles de kilómetros por delante.
La frase resume la magnitud de la aventura que emprendió junto a sus amigos Yamandú Martínez y Juan Miguel Silio: recorrer en bicicleta más de 14.000 kilómetros desde la provincia argentina de Entre Ríos hasta América del Norte para estar presentes en el debut de la Selección Argentina en el Mundial de 2026, que se celebrará en México, Estados Unidos y Canadá.
La chispa de un sueño compartido
La idea nació, como casi todas las locuras hermosas, de un impulso. “Claramente la idea fue de Miguel, este es el tercer Mundial que hace en bicicleta: estuvo en Rusia en 2018, en Qatar en 2022 y ahora vamos a intentar llegar a Estados Unidos, México y Canadá”, explica Vicente.
El grupo se completa con Yamandú, amigo de Silio desde hace más de veinte años, y el propio Conculini, que se sumó a la dupla a través de la amistad con el hijo de Miguel.
“Miguel es como un padre para mí”, dice Vicente, recordando que su primer viaje en bicicleta fue junto a ellos, en 2019, rumbo a Perú. Desde entonces no paró: ya acumula cuatro travesías, aunque admite que esta es “totalmente diferente” porque se extiende diez meses, mucho más que los dos de sus experiencias previas.
Preparación y primeros obstáculos
El desafío es tanto físico como mental: “Tenés que estar un poco loco, eso es fundamental”, reconoce Vicente, entre risas. En su caso, se preparó con gimnasio durante todo el año y entrenamiento aeróbico en el mes previo a la partida.
Sin embargo, los primeros días no fueron fáciles: “Tuve un dolor en la rodilla interna, pero al pasar los días se fue solucionando”.
El grupo ya atravesó Uruguay, el sur de Brasil y Paraguay y encara Bolivia, con la amenaza de la altura en el horizonte. “Ahora en Bolivia se vienen las alturas, que es la parte complicada”, señala Vicente. Los Andes serán una de las pruebas más duras, tanto por lo físico como por la logística de avanzar cargando bicicletas que pesan más de 50 kilos.

A pesar de los dolores y contratiempos, los tres se mantienen firmes en la ruta. “Al final de los diez meses, haber recorrido 16 o 17 países va a ser algo totalmente diferente y loco”, se entusiasma Conculini.
Lo que ilusiona en el camino
Más allá de la meta futbolera, Vicente asegura que lo que más lo moviliza es “la gente que conocés en el camino, los paisajes y las experiencias vividas”. En cada pueblo o ciudad reciben muestras de solidaridad inesperadas: “Te ven pedaleando y no lo pueden creer, te quieren dar agua, comida o invitarte a su casa. En Paraguay, por ejemplo, siempre aparece un mate o un tereré”.
Pero también están los miedos. “Lo que más asusta es la parte de Colombia por los narcos, y en México también. Después está el Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá, que se cruza en lancha. Y, claro, está el temor a lesionarse y no poder pedalear más”, reconoce.
Aun así, las dudas se disipan frente a la ilusión. “Jodiendo un poco, lo que más me entusiasma es traer la cuarta Copa del Mundo para Argentina”, dice, aunque enseguida recalca que lo fundamental es llegar a tiempo al debut de la Selección.
Convivencia y aprendizajes
Viajar en grupo durante diez meses también implica desafíos emocionales. Vicente admite que está conociendo en profundidad a sus compañeros en esta travesía y que la clave está en la paciencia: “Si uno se levanta de mal humor o termina el día cansado, hay que bajar un cambio, entenderlo y no confrontar. Se trata de acompañar y ayudar”.
El viaje, explica, es una escuela diaria de resiliencia. Pinchaduras, barro, tormentas o simples bajones anímicos forman parte del menú cotidiano. “El otro día la pasamos mal con el barro, podés tener mal humor, pero después sale el sol y todo mejora”, cuenta.

Cuando intenta definir lo que significa esta experiencia, le cuesta elegir una sola palabra. Piensa en “increíble, loco, diferente, maravilloso, espontáneo”. Una multiplicidad de emociones que se mezclan con cada pedaleada.
El Mundial como destino y excusa
Aunque todo el trayecto tiene un peso enorme, el fútbol aparece como el gran motor simbólico. “La Selección Argentina o el Mundial representan el destino, la frutilla del postre”, reflexiona Vicente.
Lo que ocurra en América del Norte será el cierre de un camino de diez meses, el broche de oro a una aventura marcada por la amistad y la pasión.
Entre sus recuerdos futboleros, el que más lo inspira es la final de Qatar 2022. “Fue el mejor partido de la historia, pasamos de un 2-0 a un empate, después 3-2, 3-3 y los penales con el Dibu. Y encima fue un día antes de mi cumpleaños, me quedo con ese partido”, recuerda emocionado.
Una ruta incierta
El itinerario todavía está sujeto a cambios y al azar del sorteo del Mundial en diciembre, cuando sabrán dónde jugará Argentina su primer partido. De momento, la hoja de ruta incluye Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, antes de enfrentar el Tapón del Darién. Luego vendrán los países de Centroamérica, México y finalmente Estados Unidos.
La magnitud del viaje sorprende incluso a los protagonistas. “Todavía no puedo imaginar lo que va a ser llegar a Estados Unidos en bicicleta, va a ser una experiencia única”, confiesa Vicente, quien admite que por momentos siente que aún no cayó en la dimensión real de la travesía.
En estas primeras semanas ya aprendieron a convivir con los ritmos cambiantes: entrevistas con medios locales, visitas a escuelas y las pausas obligadas por el clima o la salud. “Todo lleva tiempo, pero cuando lleguemos va a ser una locura”, asegura Vicente. Toda la trvesía la comparten en sus cuentas de Instagram, TikTok y YouTube.
En el horizonte, la ilusión de una Argentina campeona aparece como combustible, pero lo que verdaderamente quedará será la experiencia de haber rodado juntos miles de kilómetros hacia un sueño compartido. Un sueño que, gane o no la Selección, ya es parte de su propia historia.